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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: El vendedor de silencio
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 9786073182249
Editorial: Alfaguara
Esta novela ficcionada parte desde una investigación acerca de Carlos Denegri, una figura oscura del periodismo mexicano y cercano al poder. A través de su historia el autor Enrique Serna refleja el poder del PRI durante esos años. Vocero del partido, misógino, alcohólico, corrupto y prepotente. Así era este reportero, ¿te animas a conocer toda su historia?
Para entender quién fue y qué hacía Carlos Denegri es necesario describir el contexto donde trabajaba y se movía.
En 30 años de periodismo post revolución acumuló mucho poder. Tenía chofer y custodia personal, además de una secretaria a la que miraba pero ante la que no avanzaba para no crear un clima hostil en el trabajo por sólo 10 minutos de satisfacción.
De hecho las mujeres suponían una debilidad para él, hasta el punto de ir a cortejar a una joven madre que a menudo veía por la ventana de su oficina. Tanto que como sólo pudo sacarle el nombre -Natalia Urrutia- le pidió a uno de sus asesores más cercanos que consiguiera su número de teléfono de cualquier forma.
“¿Quién es más puta: una piruja callejera que se alquila por horas o una mujer casada que se vende a perpetuidad? En gran medida mi conflictos con mis esposas se deben a que no puedo amarlas bajo coacción. Por más acostumbrado al cabestro que pueda estar un potro, de vez en cuando suelta mordidas o coces”, explicó una vez sacando a relucir su machismo.
Al mismo tiempo trabajaba para las oficinas presidenciales, dando mensajes a opositores a través de supuestas notas imparciales. En el fondo, esconden un mensaje: escribe como voz oficial del mandamás de México.
Para tener acceso a exclusivas regalaba por año unos cien relojes a diversas secretarias y ayudantes. Hablar bien ante ellos y complacerlos con obsequios terminaba abriendo muchas puertas.
También fundó Denegri Publicidades, una agencia para lavar dinero. Ahí recibía dinero para hablar bien de políticos y funcionarios, pero también para callar o hacer la vista gorda ante irregularidades que conocía. El silencio era igual o más importante que los elogios.
Aunque eso no lo manejaba él. El trabajo sucio quedaba en manos del gerente de su agencia, Eduardo García, hábil y sutil para negociar este tipo de situaciones.
¿A donde apuntaba cuando escribía? A los que exigían mano dura y un sermón en nombre de la moral pública. En tiempos donde el hippismo estaba en auge, era tan crucial halagar a los poderosos como refrendar el pacto con la clase media conservadora que lo había erigido en líder de opinión.
Lo ayudaba también hablar español, inglés, francés y alemán. En un ambiente periodístico local monolingüístico, sacaba muchas ventajas en ese aspecto. Es decir, por estaba mejor considerado por ser políglota.
De todos modos su verdadero punto flojo era el alcohol. Era lo que le quitaba cierta reputación. Destruyó tres matrimonios por la bebida y los episodios etílicos le habían costado una fortuna. Se vio involucrado en riñas, choques, huesos rotos, balaceras en centros nocturnos, demandas por daños y perjuicios.
Sin esos escándalos quizá hubiera llegado mucho más alto en su profesión. El alcohol le sacaba lo peor de sí mismo, pero dejarlo por completo, como le habían aconsejado algunos psiquiatras de línea dura, era un sacrificio superior a sus fuerzas: simplemente no concebía la existencia sin esa llamarada de libertad.
Con una carga de trabajo tan pesada necesitaba de vez en cuando el alivio psicológico de una borrachera. La abstinencia total no entraba en sus planes, pero de ahí a ser alcohólico había un largo trecho. Él era sólo un bebedor de carrera larga.
Por eso debía mantener a raya el vicio, imponerle sus reglas del juego, decidir cuándo y en dónde tomar. Salir airoso de esas pruebas lo autorizaba a ejercer su legítimo derecho al libertinaje.
Su mentor en el diario Excélsior fue don Rodrigo de Llano. “Debo a él gran parte de mi formación como periodista”, sostuvo en su momento Denegri.
Don Rodrigo, mejor conocido como el Skipper, aprendió el oficio desde abajo. Había cubierto el desembarco de las tropas estadounidenses en Veracruz, donde fue capturado y luego liberado.
Fueron de Llano y él quienes llevaron a Excélsior a la cúspide del periodismo nacional, hasta alcanzar tirajes superiores a los cien mil ejemplares. El resto de los redactores, entre ellos Julio Scherer, no tenían no tenían mérito alguno en esa hazaña: se limitaban a estirar la mano para recoger los frutos que sembraron otros.
En el viejo Excélsior, el profesionalismo importaba más que las ideologías y Denegri pudo destacar porque de Llano, un periodista de pura cepa, nunca le regateó el espacio en la primera plana. En vez de sentirse opacado por su talento, lo capitalizó en provecho del diario.
Además le dejó una enseñanza crucial. “Si quieres llegar lejos en esta profesión tienes que pensar con la cabeza fría. Los periodistas debemos estar informados de todo, pero no necesariamente divulgarlo. Para serte franco, un periodista gana más dinero por lo que se calla que por hacer alharaca. En este negocio no sólo vendemos información y espacios publicitarios: por encima de todo vendemos silencio”, le dijo el Skipper.
Dentro de su carrera retrató muy bien la resistencia del pueblo inglés a los bombardeos nazis. Tomó un barco mercante de Nueva York a Londres para poder escribir desde el lugar de los hechos y gracias a ese reportaje se hizo famoso.
Narró, principalmente, cómo su barco estuvo bajo amenaza de un submarino nazi y lo que eso significó en el viaje. Se enteró del impacto de sus notas cuando llegó a Inglaterra y llamó por teléfono al Skipper. Este le dijo que el periódico había duplicado el tiraje. Por eso prolongó su estadía dos semanas más. “Fue una delicia tener a la opinión pública en vilo”, señaló.
También creó el Fichero Político, donde el diario le alquilaba una columna y él la revendía a un precio mayor. Repartía palos y caricias al mejor postor. “Ni que fuera un pecado mortal explotar la vanidad ajena. Tenía una mercancía codiciada y la vendí, eso es todo. O me adaptaba a las circunstancias o renunciaba al oficio, así de fácil”.
Ahí empezó a hacerse verdaderamente conocido en el ámbito político y la alta sociedad. Todos querían estar junto a él en los eventos públicos.
Mientras tanto su relación con su esposa Lorena se rompió. Tras idas y vueltas, volvieron a estar juntos por un pequeño lapso. Sin embargo un affaire con Noemí Barrientos hizo estallar a su mujer, que lo agredió físicamente. Todo empeoró luego de una gala: él le pegó y le fracturó el tabique. Después fue borracho con una prostituta a la habitación de la casa donde Lorena se había encerrado. Fue el fin de la pareja.
Tras eso empezó una relación con Noemí. Aunque volvió a tener un distanciamiento cuando hizo justicia por mano propia con la criada Damiana, a quien maltrató física y verbalmente por haber cometido adulterio. Tener ese poder en sus manos lo embriagaba más que el alcohol y la coca.
A los ojos del público Denegri era una pieza clave del sistema político, pero como no estaba en la nómina de ninguna secretaría, nadie podía exigirle que llevara una conducta ejemplar. Pertenecer al establishment sin cargar sus cadenas, ser un cruzado de la fe y al mismo tiempo un golfo profesional: en eso residía su mayor privilegio y ningún moralista lo haría renunciar a él.
Terminó en una relación con Estela Yáñez Dubois, una joven diplomática con la que terminó casándose apenas al mes de noviazgo. Pasaron a ser la pareja de moda en la alta sociedad mexicana.
En los meses previos a los Juegos Olímpicos de 1968, una serie de protestas universitarias se transformaron en un problema para el gobierno de turno. Daba una mala imagen de México hacia el mundo.
Por eso acudieron a los servicios de Denegri, que a través de sus publicaciones intentó evitar una nueva Primavera de Praga.
Sin embargo en una de esas marchas de estudiantes sufrió pintadas en su casa. No sólo lo escracharon por corrupto y ser adulador del oficialismo, sino que sabían donde vivía. Eso hizo que consiguiera protección extra de la policía.
Lo que más alarmaba al aparato de seguridad era el creciente apoyo a la revuelta de sectores de la sociedad tradicionalmente apolíticos. Los verduleros de La Merced y sus clientes se enfrentaron a palos con la policía. Mientras que en la refinería Azcapotzalco los obreros también contuvieron a las fuerzas gubernamentales.
En una nueva editorial, el periodista no hizo mención a estos hechos. Ni una sola línea ágata debía dar en el público la impresión de que los estudiantes podían aliarse con los trabajadores, como había sucedido en Francia.
Además, gracias a su red de espionaje, descubrió una conjura de reporteros solidarios con la juventud rebelde. Se aprestaban a publicar un desplegado exigiendo el cese de la represión. Apenas obtuvo la primicia los delató con el vocero presidencial.
En el fragor de una tempestad política, los periodistas incondicionales se cotizaban más alto.
Volviendo a Natalia, a la que había logrado conquistar, terminó casándose con ella. Claro, a pesar de las cada vez más recurrentes situaciones de violencia. Fue su tercer y último matrimonio.
La relación creció principalmente en un largo viaje por Europa, Medio Oriente y África que la pareja hizo para que Denegri entrevistara a diversos presidentes y mandatarios. Allí no consumió alcohol por dos meses y medio y tuvo un comportamiento ejemplar. Eso motivó a Natalia a aceptar su propuesta.
No obstante el juicio del periodista se fue nublando. Primero, porque Scherer lo mantenía de viaje para que molestara en Excélsior. Segundo porque por una decisión política su programa de televisión fue levantado: había intentado extorsionar al ingeniero Genaro Grajales, jefe de compras del Distrito Federal.
Eso repercutió en su vida sentimental. Volvió a tomar y ahí los celos crecieron. Tanto que hasta llegó a atacar a Natalia con un sable turco, perdido en una borrachera luego de escucharla hablar muy bien de su instructor de yoga.
A pesar de su insistencia por volver y pedirle disculpas, ella le exigió el divorcio. Además le presentó una demanda por violencia doméstica y su abogado gestionó una orden de restricción.
Pero en un arrebato, volvió a la casa y fue por Natalia. La golpeó tanto que el hijo menor de ella Fabián, fue en busca de un fusil calibre 22 propiedad de Denegri. Cuando fue a disparar no tenía balas, se había olvidado de cargarlas. El jardinero, afín al reportero, las había escondido luego de ver al chico sacar el arma.
Después de irse de la casa y recuperarse de la borrachera, volvió a donde estaban Natalia con sus hijos. Enterado de lo que había hecho Fabián, cargó una de sus armas e intentó atacar a toda la familia, fallando los disparos.
Finalmente, Carlos Denegri fue ultimado por su cónyuge el 2 de enero de 1970 de un balazo en la cabeza. Natalia Urrutia fue arrestada junto al chofer Bertoldo Islas y la sirvienta Blasa Reséndiz.
Entrevistada en la cárcel de Villa Álvaro Obregón, Natalia declaró:
“Me había sentenciado a muerte y temí que cumpliera sus amenazas. Un día antes me había dicho que me mataría después de haberme asesinado. Era una vida de sufrimiento siempre que tomaba licor y en las últimas semanas no soltó la botella. Anoche se puso furioso cuando le dije que debía inscribir en un colegio a su hija Pilar. ‘Quieres deshacerte de ella porque no es tu hija’, me acusó. La verdad es que yo quiero mucho a su Pilar. Sólo me interesa darle una buena educación, pero él estaba como loco, tanto que destrozó una silla. Como otras veces había soltado balazos en casa, temí que tomara la pistola y entré a nuestro cuarto para sacarla del buró. Salí al pasillo empuñando el arma y Carlos me cerró el paso con un vaso en la mano, vociferando insultos horribles. Temerosa de que me quitara la pistola, caminé hacia la cocina. Para impedirlo Carlos hizo el ademán de arrojarme el vaso. Alcé la mano por acto reflejo y la pistola, que no tenía puesto el seguro, se me disparó por accidente. Luego lo vi tendido en el suelo, sangrando de la cabeza y le pedí arrodillada junto a su cuerpo. Llamé a la Cruz Roja y a la Verde, pero llegaron demasiado tarde”.
En el cierre del libro el autor Enrique Serna explica por qué eligió mezclar la realidad con la ficción para narrar la vida de Carlos Denegri.
Por caminos divergentes, la historia y la novela histórica se complementan en la tarea de mostrar los diferentes ángulos de una verdad poliédrica.
La historia dice “así fue”; la novela propone “así pudo ser”. Esta novela mezcla libremente personajes y situaciones ficticios con hechos y personas de la vida real.
Aunque mucha gente recuerda todavía los sonados escándalos conyugales de Denegri, o sus bravatas en centros nocturnos, nadie puede bucear en su intimidad sin recurrir a las conjeturas.
Algunos datos biográficos de las esposas a quienes amó, torturó y humilló son verdaderos. Sin embargo Serna se tomó la libertad de cambiar sus nombres, porque las conductas y los rasgos de carácter que les atribuye las convierten casi por entero en personajes imaginarios.
¿Quieres saber más sobre otra persona polémica en la historia de México? Apúntate a “Slim (edición actualizada)”, de Diego Enrique Osorno. A partir de una investigación periodística de varios años, este extenso reportaje narra la vida del mexicano más rico del mundo.
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Enrique Serna es un prestigioso autor mexicano. Ha escrito cuentos, novelas y ensayos en más de 30 años de trayectoria. En el año 2000 ganó el premio Mazatlán de... (Lea mas)
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